Caminaba hacia el coche, estando en el pantano, cuando me llamaron la atención los montoncitos de tierra movida que abundaban entre los orificios del asfaltado. Acercándome a ellos, vi que la cosas andaba concurrida. Miles de hormigas, en una armonía perfecta y con un espíritu de trabajo en equipo excepcional, como el que ningún humano jamas vaya a poseer, trataban de ornamentar sus galerías. Sus casas. Portaban sus trofeos en un delicado submundo. En un equilibrio perfecto.
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